La Epigenética Conductual nos ofrece una nueva perspectiva dentro del ámbito científico que puede llegar a explicar los mecanismos por los cuales heredamos la información relacionada con las experiencias de nuestros progenitores, destacando el papel fundamental que juegan los primeros años de vida del ser humano.
El término epigenética fue acuñado por C.H. Waddington en 1942 para referirse al estudio de las interacciones entre los genes y el ambiente que se producen en los organismos. Es decir, cómo el ambiente puede afectar y cambiar nuestro genes. En 1953, James Watson y Francis Crick revolucionaron el mundo científico con la publicación de su trabajo sobre el descubrimiento del ADN en la prestigiosa revista “Nature”. Este descubrimiento supuso una nueva forma de ver y entender la vida. Francis Crick postuló el dogma central de la biología molecular en el que se expone que el flujo de información de la mayoría de los sistemas biológicos es unidireccional, es decir, desde el ADN al ARN y de ahí a la proteína.
De aquí se dedujo una de las claves del determinismo genético: la vida procede de los genes.

No fue hasta un tiempo después, con el trabajo de H. M. Temin, cuando rompió este dogma gracias a su descubrimiento de la transcriptasa inversa, que es la enzima que copia la información del ARN en el ADN. Demostró que el flujo de información puede ir en ambas direcciones. Esto implica que los cambios hereditarios pueden ser influenciados por el entorno.
“Los genes no son autoemergentes y no pueden activarse o desactivarse por sí solos.” H.Frederick Nijhour, 1990.
Una persona puede llevar unas predisposiciones genéticas y éstas no activarse nunca, porque su forma de percibir ese entorno, su forma de relacionarse con él y su forma de sentirse involucrado a nivel emocional hace que estos genes no se activen. Esta es la expresión fundamental de la idea de que no somos las víctimas de un programa hereditario, sino que nosotros podemos hacer algo para mejorarlo o activar otros programas latentes alternativos. Es la demostración de que el ambiente afecta a las células y de que éstas responden adaptándose. Por ambiente entendemos todo aquello relacionado con lo físico y lo emocional.
Cuando hablamos de ambiente, no nos centramos sólo en condiciones físicas: clima, contaminación, alimentos, bebidas, etc. También nos referimos a los estados emocionales que surgen en la vida diaria: emociones, sentimientos, estrés, y todo lo que deriva de nuestras reacciones, según nuestro mapa mental.
La Epigenética supone la constatación de que nuestros sentimientos y emociones afectan a la información de nuestro ADN.
El Dr. Bruce Lipton en su libro “La Biología de la Creencia”, pretende enseñar y demostrar que los genes no emergen por sí solos, es decir, tiene que haber algo en el entorno que desencadene dicha actividad génica.
“No son las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes los que controlan nuestro cuerpo y nuestra mente; son nuestras creencias las que controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y, por lo tanto, nuestra vida.” Dr. Bruce Lipton.

Antes de los años 80, se conocía la secuencia de genes sueltos de algunos organismos, pero no fue hasta 1986 cuando se concretó el Proyecto Genoma. Gracias a una amplia colaboración internacional nació este gran reto científico, usando una gran tecnología de vanguardia, se propuso descodificar la secuencia del ADN humano, el código genético.
Entre las principales hipótesis del proyecto, se destaca la afirmación de que “si se conoce el genoma, podemos saber la respuesta de muchas de nuestras enfermedades”; sin embargo, no fue así. Los científicos se encontraron con un nº menos elevado de correlaciones de lo que esperaban, a pesar de que en el imaginario colectivo se creía que nuestra biología era la respuesta de una herencia predeterminada.
La ciencia ha ampliado su investigación de la genética hacia otros puntos de vista, como es el caso de la epigenética, ya que después de varios estudios se ha demostrado que los humanos disponemos de los mismos genes que el resto de animales.
Podemos tener ciertos genes relacionados con enfermedades concretas, lo que hará activar estos genes tiene que ver con nuestro estilo de vida y con los hábitos. Es el caso de dos gemelos con el mismo material genético separados al nacer; el vivir separados hace que vayan perdiendo progresivamente algunas de sus semejanzas y puedan desarrollar enfermedades diferentes a consecuencia de las marcas químicas que se van añadiendo a los genes según el estilo de vida que hayan llevado.

Los cambios epigenéticos pueden llegar hasta tres generaciones de una misma familia e incluso durante más tiempo, según las condiciones en que se han originado. Según la epigenética conductual, las experiencias traumáticas que se han transmitido de los antepasados, dejan cicatrices moleculares que se adhieren al ADN.
Como ya hemos dicho, entendemos que el ambiente, además de ser las condiciones físicas, el clima o la dieta que llevamos, también incluye el estrés que se lleva en el día a día y nuestro estado emocional, a los que nos hemos acostumbrado a llevar en nuestra vida diaria. El medio ambiente se relaciona con lo físico y lo emocional.
La epigenética demuestra que cualquier cosa puede ser transmitida de padres a hijos y que los acontecimientos dolorosos pueden llevar a conductas adictivas, a soportar maltratos a buscar reconocimiento, entre otros muchos comportamientos. Somos la expresión de nuestro epigenoma. Nuestras vidas son la expresión de estos programas y cuanto antes tomemos consciencia de ello, antes tendremos las herramientas para poder sanarnos y ser dueños de nuestras vidas. El paradigma es al revés de lo que siempre nos han dicho, los cambios en el ambiente nos producen cambios emocionales, por lo tanto, por ambiente debemos entender sobre todo nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, que son las manifestaciones de nuestras creencias.